Las escenas de ayer ponen la piel de gallina. Por una parte por la emotividad y la belleza de las imágenes con más de 5 millones de aficionados llenando las calles y, por otra, por la angustia y la poca sensatez de la mayoría de los seguidores argentinos. Se pasaron de frenada y acabaron aplastando la celebración.
Una fiesta histórica que no tuvo el final esperado pero al fin y al cabo, una fiesta. Esto es lo que necesitaban los argentinos después de muchos años de penas y obstáculos en una sociedad muy singular.
Un Mundial de Messi bien lo valía, un Mundial como éste merecía que todo el mundo saliera a la calle a celebrarlo e, independientemente del ‘coitus interruptus’ con la rúa de los jugadores, esta selección merecía una traca final como ésta. Gracias muchachos, nos volvieron a ilusionar.