El inicio de la jornada hacía presagiar que sería la gran noche del Espanyol, La que deseaban todos los pericos. Todos, incluidos jugadores y técnicos se sabían de memoria la canción que ha hecho famosa Raphael. La música sonaba en la cabeza de todos los espanyolistas, que sin querer la tatareaban sin cesar en los últimos días. Pero no. No fue la gran noche. Hubo cambio de canción. ‘En carne viva’. Otro tema del artista de Linares. Sí, los pericos tenían anoche el corazón en carne viva. Se frotaban los ojos una y otra vez porque lo que veían en el campo no era su Espanyol. Era el Espanyol de los peores partidos. Los ‘guerreros’ que habían luchado en todas las eliminatorias ante Alavés, Sevilla y Valencia no supieron luchar como saben.
La afición respondió, como siempre. En Cornellà-El Prat se dieron cita 34.831 pericos. Se dejaron la voz y el alma apoyando a los suyos. Pero el equipo no supo volar en manos de los seguidores como lo habían hecho en tantas y tantas ocasiones, sobre todo en la competición copera. Despidieron el torneo del KO. cantando “¡Alé Espanyol, alé. Alé Espanyol, alé !”
Los dos grupos de animación, la Curva y la Juvenil, colgaron dos grandes tifos en los córners del estadio. No cesaron de cantar animando al equipo. No desfallecieron ni cuando el rival marcó los goles. Pero, como los otros pericos, acabaron con el corazón en carne viva.
Cornellà-El Prat sigue sin vivir la gran noche. Se la debe a todos los espanyolistas.
El equipo nunca estuvo solo. Unos doscientos espanyolistas acudieron motorizados al hotel de concentración del Espanyol dos horas y media antes del encuentro. Les escoltaron hasta llegar a Cornellà-El Prat. Ahí dejaron el testigo a unos dos mil seguidores que les esperaban a las puertas del estadio.
El recibimiento fue mágico. Los cánticos, las bengalas y los gritos del “¡Espanyol, Espanyol!” volvieron a poner la piel de gallina a los protagonistas de esta noche.
Los jugadores, alentados por los suyos, respondieron golpeando los cristales del autocar. Caras de ilusión, de ansia por jugar, de felicidad y de esperanza por conseguir el pase a la final. Pedro, el chofer de la primera plantilla, ‘sufrió’ para poder conducir el autocar hasta dentro del estadio. “El humo no me dejaba ver nada. Los últimos metros he conducido casi por intuición”, ha dicho Pedro al bajar del autocar. Era pura magia.
Pero no fue la gran noche que todos esperaban. Fue la noche más amarga. La magia se diluyó cuando Aduriz marcó en el 12′.
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Fuente: www.mundodeportivo.com