El Real Madrid se juega ante la Juventus una final para llegar a la final de Berlín. Un juego de palabras que le obliga a remontar el 2-1 de la ida ante una escuadra italiana que huye del estereotipo al que representa intentado defenderse jugando al fútbol. Otra partido a vida o muerte para los madridistas que viven en el límite que separa el éxito del fracaso. El campeón de la actual Champions tiene la responsabilidad de ofrecer su mejor versión ante un contrario crecido y creído, que no se deja impresionar por los galácticos merengues ni por encontrarse un Bernabéu en llamas como anunció James. Un Madrid en el que alguno de sus actores viven en el alambre, se juegan el futuro si repiten actuaciones pasadas. Ancelotti, Íker, Bale… están en el ojo del huracán, pero también pueden ser verdugos de la ‘Bella Señora’, que aparece con lo más granado de su plantilla, Pogba incluido. Una remontada que no parece imposible, el 1-0 vale, pero el rival juega y las dudas propias, también.
EL FACTOR BERNABÉU
La igualdad es total. La mayor diferencia es el factor campo, en si la grada será capaz de ejecutar el efecto gravedad a favor de su equipo. Un público pasional para bien y para mal, que se vuelca con los suyos cuando lo hacen bien y los presiona cuando lo hacen mal. Un Madrid que llega con muchas dudas sin el fútbol que reparte Modric, vulnerable en defensa en sus últimos partidos y sin precisión en la finalización pese a que sigue fabricando ocasiones de peligro. Defectos achacables al esfuerzo de una temporada interminable para los desgastados pulmones de los “innegociables” de Ancelotti. Un partido en el que se exige rayar a la perfección, asegurar los pases con precisión y calidad, errores de todos y no solo de Ramos y Bale. Es obligatorio actuar en bloque y no como una banda callejera que busca el cuerpo a cuerpo movidos por la ansiedad.
Conceptos todos que los italianos manejan con eficacia juntando sus tres líneas: una defensa firme que baila al son que le marca el poderío de su centro del campo y que culmina el esfuerzo y talento de sus dos delanteros. Y todos bailando al mismo ritmo como un ballet bien coordinado.
Ancelotti ya no es el de los 22 triunfos consecutivos y esconde sus cartas. El madridismo se pregunta si confiará en los de siempre o probará experimentos con Ramos de medio centro, con el 4-3-3 arriesgando con Benzema o confiando en Chicharito o si volverá al 4-4-2 por aquello del equilibrio y donde falta un medio con jerarquía por donde cuela al sevillano. Cuestiones tácticas que ni él tiene claras ante el gesto dubitativo de sus propios pupilos.
Allegri lo tiene bastante más claro, sabe que jugar con cinco defensas es invitar al Madrid a controlar el partido y meterles en su campo: de ahí al gol que necesitan los blancos hay un suspiro. Por eso, jugará con su once más agresivo, más presionante y más ofensivo. Sale a dar la cara, a echarle un pulso de talento a su compatriota consciente que si las individualidades blancas funcionan tendrán menos opciones de pasar la eliminatoria. Y, también sabe, que si el partido se juega con máxima intensidad y colapsa la creatividad blanca tiene mucho que ganar, porque físicamente la Juventus es superior.
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Fuente: www.sport.es
