Apenas fueron unos segundos. Fugaces, pero de una carga simbólica tremenda. Después de iniciar su relación de la peor forma posible, las aguas bajan más tranquilas que nunca entre Ronald Koeman y Lionel Andrés Messi. Turín dejó la que probablemente sea la noche más feliz del barcelonismo de los últimos tiempos. Por el juego, por la alegría, por las sensaciones. Por los abrazos.
Nada más pitar el neerlandés Danny Makkelie el final del encuentro, Ronald inició su ritual habitual. Se adentró en el terreno de juego y fue esperando, uno a uno, a todos los protagonistas, tanto de su equipo como del rival. El exseleccionador holandés es un hombre de costumbres y no las varía nunca, llueva, nieve, gané o pierda. Así pues, fue dando la mano y la palmada correspondiente a todos, a Sergi Roberto, a Busquets, a Frenkie de Jong. Con una sonrisa pintada en la cara. Era un día feliz. El que más desde que aterrizó en can Barça, según él mismo reconoció en rueda de prensa. Todos iban desfilando, pero Koeman tenía un objetivo claro.
Fue de los últimos en abandonar el Juventus Stadium. El entrenador del FC Barcelona fue directo a él y le espetó un abrazo. El abrazo. La cara de Leo, tal y como se refleja en las imágenes, fue primero de cierto estupor. Ronald quiso sellar con esa escena la ‘paz’ definitiva. Después de una semanas turbulentas, una exhibición deportiva pura y dura como la de Turín es el mejor antídoto para que todo fluya como debe. Quizás la dimisión de Bartomeu también ayuda y ayudará a que Messi, que estuvo a dos dedos de abandonar el club de su vida este verano, vuelva a pensar y a soñar en blaugrana.