Vaya por delante la felicitación al Atlético de Madrid por el campeonato de liga obtenido el pasado fin de semana (justo vencedor, ya que, en una liga de 38 partidos, el que gana es el más regular de la temporada sin el menor atisbo de duda).
Sirva también ese título para que los llamados mejores equipos del mundo inicien un periodo de reflexión antes de ser tarde, viendo la temporada competida por ambos; y no solamente a nivel de competición nacional, sino también en las competiciones internacionales, donde su hegemonía ya no es la que era).
Hacía tiempo que no se vivía un final de temporada emocionante hasta su última jornada, tanto en lo que respecta al título (aunque la emoción quedara en una lucha localizada en la capital española) como en la lucha por el acceso a las competiciones europeas y la encarnizada pelea por mantener la categoría de oro del fútbol español. Es una lástima que en la temporada en que LaLiga vuelve a vibrar hasta la última jornada no podamos disfrutar de la esencia de esta competición: sus aficionados.
Ahora tocará levantarnos cada día con los interminables rumores de fichajes y descartes que ilusionarán a unos y desquiciarán a otros; bendito stress poder disfrutar de un verano trepidante que debería poner a la competición en el sitio que siempre tuvo en el mundo del fútbol y que los aficionados vuelvan a vibrar en los estadios como si la atípica temporada nunca hubiera existido (atípica para todos, excepto para el Atlético de Madrid que la recordará y tendrá en su museo por muchos años, y esperando no ser la última).
Ahora toca empezar a analizar números y exprimir el control financiero de LaLiga para que la magia del Excel permita sacar el máximo rendimiento de las maltrechas arcas de los clubes tras el periodo de pandemia.