Nadie pudo imaginar al proponer el nombre de Superliga que quizás el mejor nominativo para su creación hubiera sido el de Fastest Liga, probablemente obteniendo el galardón de la competición con la menor duración de la historia del deporte. Pero no menospreciemos al grupo de clubes fundadores de la misma, ya que viendo su palmarés y finanzas no se trata de cualquier club ni de un grupo de aficionados que deciden organizar un campeonato un viernes por la tarde cualquiera acompañados de un buen vino. Se trata de algunos de los clubes más importantes del mundo que saben muy bien lo que tienen entre manos y grandes conocedores del deporte rey.
Dicho esto, ¿qué ha pasado para que con los nombres mencionados no pueda llevarse adelante el proyecto?, se preguntarán muchos.
Primero de todo, no se puede organizar una competición sin el amparo de los organismos oficiales que lo regulan (ligas nacionales, UEFA, FIFA, …). Podemos estar más o menos contentos con el funcionamiento y decisiones tomadas por la UEFA, pero tampoco es un actor secundario en el mundo del fútbol, ni una parte de la gestión que pueda ser reemplazada sin más.
Por de pronto, es el organismo que ha regado de ingresos durante muchos años a todos los clubes participantes, siendo más de 2.400 millones de euros en la última temporada (a descontar claro está, el 6% que se queda para los costes de estructura de UEFA y el 7% de solidaridad destinado a las diferentes federaciones de los países participantes).
En segundo lugar, la comunicación de un hito como es la creación de la Superliga, debe realizarse como corresponde y con la presencia de todos los clubes y estamentos del fútbol europeo, y no a través de programas de radio y televisión, mientras todavía quedan pendientes muchos flecos por aclarar. Por ejemplo, el tema de los arbitrajes; no sería problema el pago de los árbitros, que en la actualidad para la Champions League asciende a 37,5 millones de euros. El problema es donde encontrar árbitros profesionales que quieran dejar de pertenecer a sus correspondientes federaciones y, por ende, a la UEFA y FIFA y aceptar las penalizaciones que se aplicarán por su espantada.
Y por último, y no menor, nos se puede romper con la esencia del fútbol que mueve la pasión del soberano pueblo; esto es, la meritocracia. Cuantos hemos sufrido por vivir la tensión de los descensos, las finales con derrota y cualquier momento sufriendo por un penalti injusto o por un resultado inmerecido que nos llevara a las puertas del infierno. Estoy seguro que cualquier aficionado del FC Barcelona, Real Madrid, Chelsea o cualquier de los fundadores de la nueva competición, no querrán perder esa pócima que es la pasión y “sufrimiento” que nos da el fútbol en cada jornada y que nos lleva de la gloria al olvido en cuestión de minutos, pero siempre por ser el claro MERECEDOR de lo conseguido, sea ascenso, descenso o título deportivo.